El blog de D.W. Nichols Autora de novela romántica y erótica

sábado, 27 de agosto de 2016

El burkini y la libertad de elección

La que se ha liado, pollito, con el burkini. Que si en algunos lugares lo han prohibido. Que si un sector feminista lo defiende porque es opción de las mujeres que lo usan decidir sobre si se lo ponen o no. Se alzan voces en todas partes, algunas defendiendo su uso, otras totalmente en contra.

Y digo yo, ¿alguna de estas personas se han parado a pensar en el por qué de su existencia?

Sí, yo también estoy de acuerdo en que es la propia mujer la que ha de decidir qué quiere ponerse para ir a la playa, y ahí entran desde el top less, el nudismo, hasta el burkini. Somos cada una de nosotras las únicas que tenemos esta decisión en nuestras manos, y nadie tiene el derecho a quitárnosla, pero...

¿Hasta qué punto las mujeres que usan el burkini son libres de decidir? Y no me refiero a la presión familiar, que existe, y es muy fuerte. Me refiero a las propias creencias de estas mujeres, cuyo libro sagrado les dice que no pueden mostrar la piel.

Porque las que lo usan libremente, realmente no lo han decidido por sí mismas, sino que simplemente acatan una decisión que han tomado una serie de hombres, que son los que manejan el cotarro de la religión.

Porque su cuerpo es impuro. Porque su cuerpo es provocador. Porque su cuerpo incita malos pensamientos a los hombres. Porque su cuerpo convierte a hombres «sabios» en animales locos por copular. Vamos, que ven un mechón de pelo, o un brazo, y se ponen palotes como perros en celo. Por eso la mujer ha de ir tapada como una monja, porque somos la reencarnación del diablo, pecadoras irredentas, que vamos por ahí provocando para que los hombres pierdan su alma inmortal, y condenarlos al infierno del que todas nosotras hemos salido.

Y yo ya estoy harta. Harta de que los hombres culpabilicen a las mujeres por sus propios malos instintos. Porque tú, hombre, si te pones palote al ver más piel de la que tu religión dice que es decente, es tu culpa. Solo tuya. Ya está bien de echarnos a nosotras la culpa de tus bajos instintos, de tus tabúes, de tus gilipolleces. Porque la mente sucia la tienes tú.

No, esto no es exclusivo del Islam. Mira que les cuesta ponerse de acuerdo en algo, pero en esto, las tres religiones mayoritarias sí lo están. Porque da igual que seas mora, cristiana o judía, si un hombre te toca en el metro, es culpa tuya por no ir tapada hasta las cejas. Si te meten mano, es culpa tuya por ir con minifalda. Si te violan, es culpa tuya por ir provocando con esos escotes. Porque ya deberíamos saber que los hombres son animales, incapaces de contenerse, y que en cuanto se les hincha la polla, han de meterla sí o sí en cualquier agujero, aunque la dueña de ese agujero no quiera. ¡Eh! La culpa es tuya por provocar, ¿de qué te quejas?

Y mientras, seguimos discutiendo sobre si el burkini sí, o el burkini no, cuando el problema real es la nefasta influencia de las religiones en el mundo.

¿O acaso alguna piensa que, la Iglesia Católica, si pudiera y se lo permitiéramos, no haría lo mismo? Solo hace falta echar la vista atrás unos cincuenta años, y veremos que la respuesta es SÍ, haría exactamente lo mismo.

Y no soy atea, por si te lo estás preguntando. Creo en Dios, en un ser omnipotente y omnipresente, todo amor, que nos perdona por nuestras equivocaciones, que nos da mil oportunidades para hacerlo mejor, que no nos juzga en absoluto; pero, sobre todo, creo en un Dios que no tiene complejo de inferioridad, que no necesita que lo adoremos ni que provoquemos guerras en su nombre, ni necesita que vengan unos iluminados que se aprovechan de la credulidad y el miedo de la gente para decirles cómo deben vivir su vida, cómo deben comportarse, cómo deben vestir, para no ofender a Dios.

Pero sigamos discutiendo sobre el burkini, que es mucho más cómodo y menos complejo.